Alicia en el País de las Maravillas + Los trastornos de la percepción


“No vemos con los ojos, sino con el cerebro; de ahí que muchas veces veamos cosas que no están delante de nosotros”.
Oliver Sacks


Antes de empezar a profundizar en el tema habría que aclarar qué entendemos por percepción. Podemos estar todos de acuerdo en que la percepción no es una simple copia de la realidad, es decir, no se tienen en cuenta tan sólo las características físicas del estímulo que captan nuestros sentidos, sino que entran en juego nuestras experiencias previas, expectativas y predisposiciones. La percepción, por tanto, es un proceso constructivo a través del cual interpretamos los datos sensoriales pudiendo producirse inexactitudes y engaños perceptivos. Por ejemplo, cuando vemos la forma de un elefante en una nube y por más que se lo indicamos a la persona de al lado, ésta no es capaz de verlo.

Los trastornos de la percepción y la imaginación se suelen clasificar en dos grupos:
  • Distorsiones perceptivas o sensoriales: se producen cuando las características físicas de un estímulo externo objetivo (p.ej: tamaño, forma, proximidad) son percibidas de manera distorsionada. La distorsión perceptiva puede afectar a todos los estímulos del órgano sensorial que se encuentre afectado; por ejemplo, si una persona presenta distorsiones en la percepción visual del tamaño de los objetos, éstas no se refieren a un solo estímulo, sino a todos (desde sus manos y pies hasta las personas y los muebles de alrededor).
  • Engaños perceptivos o alucinaciones: se producen sin que haya un estímulo externo objetivo, son percepciones sin objeto. Las alucinaciones conviven con el resto de las percepciones normales y son indistinguibles de las mismas, son independientes de la voluntad del sujeto y tienen relevancia conductual (provocan una reacción en la persona que las experimenta, ya sea emocional y/o conductual).

Distorsiones perceptivas o sensoriales
 
          A. Anomalías en la percepción de la intensidad de los estímulos:

Se dan cuando una persona califica como exagerada o mínima la intensidad de un estímulo a pesar de que otras personas que se hallan en la misma situación dicen percibir ese estímulo concreto con una intensidad normal. Esta variación depende de muchos factores externos e internos: características del estímulo, cansancio, habituación, estado y características de nuestros propios órganos sensoriales, etc.

Una modalidad especial la constituye la percepción de la intensidad de los estímulos que causan dolor. Hablaríamos de hiperalgesia (un dolor por encima de lo esperado), hipoalgesia (un dolor por debajo de lo esperado) y analgesia (ausencia total de percepción de dolor). También podríamos incluir dentro de esta categoría la percepción alterada de los estímulos táctiles y los auditivos. En el caso de los estímulos táctiles estaría la hiperestesia (una sensibilidad exagerada hacia los estímulos táctiles, como el cosquilleo), la hipoestesia (disminución de la sensibilidad de la piel) y la anestesia (ausencia total de la sensibilidad de la piel); en referencia a los estímulos auditivos nos encontraríamos con la hiperacusia (por ejemplo, una persona que refiera oír como si se encontrara en un cine, siendo el sonido más claro e intenso) y la hipoacusia (disminución en la percepción de los sonidos).

          B. Anomalías en la percepción de la cualidad:

Hacen referencia a la alteración del color, la nitidez y el detalle de las percepciones. Suelen deberse a lesiones neurológicas, el uso de ciertas drogas y/o medicamentos o por la presencia de trastornos mentales. Por ejemplo, un paciente con esquizofrenia puede quejarse de que todo le sabe amargo. En este tipo de casos, los órganos sensoriales funcionan de manera correcta, es la percepción del paciente la que se halla alterada.

          C. Metamorfopsia:

Se perciben distorsiones en la forma (dismorfopsias) y/o el tamaño (dismegalopsias) de los objetos. Dentro de las dismegalopsias encontraríamos las micropsias y macropsias, en las que los objetos reales se perciben a escala reducida (o muy lejanos) o a escala aumentada (o muy cercanos). Podemos encontrar ejemplos de ambos fenómenos en Alicia en el País de las Maravillas:

Micropsia 

Macropsia

Estas distorsiones también pueden aplicarse al propio cuerpo (autometamorfopsias); por ejemplo, la persona puede ser sus propios pies mucho más grandes de lo que en realidad son y a una distancia mayor de la normal. Puede ocurrir en trastornos neurológicos (epilepsia) o como consecuencia de determinadas drogas.

          D. Anomalías en la integración perceptiva:  

La conexión que existe habitualmente entre dos o más percepciones procedentes de modalidades sensoriales diferentes (p.ej: auditiva y visual) no se ha establecido correctamente, por lo que la persona tiene la sensación de que proceden de fuentes diferentes y luchan por atraer su atención. Por ejemplo, una persona está viendo la televisión y experimenta la sensación de que existe una especie de competición entre lo que oye y lo que ve, como si ambas sensaciones no tuvieran nada que ver entre sí o como si vinieran de fuentes de estimulación diferente y lucharan por atraer su atención.

Esto es un ejemplo de lo que se denomina “escisión perceptiva”, en la cual el objeto percibido se desintegra en fragmentos o elementos. Si se disocian la forma y el color de un objeto estaríamos ante una metacromía; si sólo afecta a la forma se denomina mofolisis. El fenómeno opuesto es la aglutinación, y consiste en que las distintas cualidades sensoriales de un objeto se funden, el paciente no es capaz de distinguir entre diferentes sensaciones. Esto es lo que ocurre en la sinestesia, una asociación entre diferentes estímulos sensoriales (por ejemplo, ver colores cuando se escucha música o asociar colores a los números y letras).

          E. Ilusiones:

Son resultado de la combinación entre predisposiciones internas (deseos, expectativas, emociones, etc.) y externas (características físicas del estímulo, contexto, etc.) que dan lugar a la percepción errónea de un estímulo concreto. Por ejemplo, la ilusión de Müller-Lyer (dos segmentos de igual tamaño parecen más grandes o pequeños en función de hacia dónde apunte la punta de la flecha).
Ilusión de Müller-Lyer

Un tipo especial de ilusión es la pareidolia, en la cual el individuo proporciona una organización y significado a un estímulo ambiguo, como ver la forma de un elefante en las nubes. Otro ejemplo sería la sensación de presencia, en la cual la persona tiene la sensación de que no está sola aunque no haya nadie a su alrededor. Las ilusiones son muy frecuentes en situaciones de cansancio físico extremo y estados emocionales intensos.


Engaños perceptivos

1) Alucinaciones

En la década de 1830, Jean-Étienne Esquirol, un psiquiatra francés, fue el que le dio al término alucinación su actual significado. Hasta ese momento se entendía tan sólo como “una mente que divaga”. La persona que experimenta una alucinación la vive como una experiencia sensorial normal a pesar de la ausencia de un estímulo externo, habiendo autores que consideran que la característica principal de la alucinación es precisamente esta convicción de que aquello que están percibiendo es real. Todos podemos experimentar alucinaciones en ciertas situaciones por lo que, aunque su valor diagnóstico sea indudable, no siempre indican la presencia de trastorno mental. Por ejemplo, pueden aparecer ante el cansancio físico extremo o ante la ausencia de cambios perceptivos; como les puede ocurrir, por ejemplo, a los marineros que pasan días y días mirando al mar en calma.

El papel que las alucinaciones pueden tener en la vida de cada persona depende enormemente del tipo de alucinaciones que experimente, de su frecuencia, de si aparecen en un contexto apropiado, de la emoción que provoquen en la persona (si aterran o confortan, por ejemplo) y de la actitud con la que las afronte (si siente que son una tortura o si las acepta sin mayor complicación). Eleanor Longden forma parte de la organización Intervoice, la cual lucha por el respeto y el derecho de las personas a oír voces sin que éstas sean automáticamente patologizadas. Relata su experiencia personal con las alucinaciones auditivas y cómo fue evolucionando su actitud hacia las mismas en la siguiente conferencia: 


Las alucinaciones suelen clasificarse en cuatro categorías:

          A. Según su complejidad:

En esta categoría se incluyen desde alucinaciones elementales (ruidos, luces, relámpagos, zumbidos) hasta alucinaciones complejas o formadas (voces, personas, música, escenas,…); encontrándose la mayoría de ellas en el extremo más elemental. Cuanto más simples sean las alucinaciones, más probable es que sean debidas a causas neurológicas y menos a trastornos mentales graves como la esquizofrenia.

          B. Según su contenido:

El contenido de las alucinaciones suele estar relacionado con los conflictos, preocupaciones y necesidades de la persona, así como con las características propias de su cultura. A pesar de ello, hay ciertas situaciones extremas como, por ejemplo, haber sido encerrado en una celda, que predisponen a alucinar sobre contenidos específicos. En este caso, la persona podría alucinar con que la comida sabe a veneno u oír voces que hablan sobre cómo torturarle.

          C. Según la modalidad sensorial:

Las alucinaciones pueden presentarse en una sola modalidad sensorial, siendo las visuales y las auditivas las más frecuentes, o en varias (alucinaciones multimodales o mixtas).

           i. Alucinaciones auditivas:

Pueden ir desde más simples, denominadas acoasmas (ruidos, pitidos, murmullos, campanas, pasos,…), hasta más complejas (voces en las que la persona puede distinguir claramente las palabras). Estas voces pueden ser de personas conocidas o desconocidas; pueden tener un tono autoritario y dar órdenes (alucinaciones imperativas) o simplemente pueden ser voces que comentan las acciones de la persona; pueden ser captadas por un oído y por el otro no; pueden ser de duración breve o ser continuas; su contenido puede ser amigable o amenazador; la voz puede provenir del interior del cuerpo (es mi propio muslo el que me habla) o puede que la persona no sea capaz de identificar su procedencia, ni siquiera el idioma de la voz o voces. Las voces pueden hablar en segunda persona (voces que le hablan: “eres un cobarde”), más típicas de la depresión sobre todo cuando hacen comentarios despectivos, o en tercera persona (voces que hablan de él: “es un cobarde”), más características de la esquizofrenia. Cuando empiezan las voces puede comenzar también la búsqueda de dichas voces (p.ej: la persona puede comenzar a desmontar la radio o la televisión).

Un tipo especial de alucinación auditiva es el eco del pensamiento, que consiste en que la persona oye sus propios pensamientos en voz alta a medida que los piensa. Es similar al fenómeno eco de la lectura, por el cual la persona oye la repetición de lo que está leyendo.

          ii. Alucinaciones visuales:

Las imágenes más elementales, denominadas fotopsias o fotomas (llamas, destellos, círculos luminosos,…) suelen ser producto de una lesión neurológica. Las imágenes más complejas (figuras humanas, escenas,…), las cuales suelen estar asociadas a la presencia de un trastorno mental, pueden variar su tamaño. Pueden tener un tamaño normal, reducido (alucinaciones liliputienses) o gigantesco (alucinaciones gulliverianas). Se diferencian de las micropsias y las macropsias en que, en este último caso, todos los estímulos objetivos que percibe la persona se ven a escala reducida o aumentada, mientras que en las alucinaciones liliputienses o gulliverianas lo que ocurre es que se añaden estímulos enanos o gigantes nuevos. En el delirium tremens, producido por la abstinencia de alcohol, lo más frecuente es ver toda clase de pequeños animales, normalmente insectos, que generan mucho terror (zoopsia).

Las alucinaciones visuales también pueden aparecer ante la pérdida de visión u otros problemas oculares (síndrome de Charles Bonnet). Dichas experiencias alucinatorias pueden o no ser coherentes y verosímiles; pueden tener, por ejemplo, alucinaciones de texto, por las cuales la persona ve letras, líneas impresas, notas musicales, etc. A pesar de su verosimilitud, si la persona no presenta una demencia enseguida comprende la irrealidad de lo que está percibiendo. Un acercamiento más detenido a este síndrome se puede encontrar en esta conferencia ofrecida por Oliver Sacks:


Como comenta Oliver Sacks en el vídeo anterior, ante una lesión del sistema visual puede aparecer un fenómeno denominado poliopía, consistente en la percepción múltiple de un mismo objeto. Por ejemplo, ver a un hombre pagando en una tienda y, de repente, ver que dicho hombre se divide en seis copias idénticas de sí mismo (la misma ropa, los mismos gestos), juntándose finalmente todas las imágenes en una sola, como si de un acordeón se tratase.

Cabe la posibilidad de que una persona totalmente ciega a causa de algún daño cortical no sea consciente de su pérdida visual, este fenómeno por el cual la persona parece no ser consciente del deterioro que presenta se denomina anosognosia. A veces las personas con este tipo de problemática se comportan como si aún vieran, caminando como si nada por lugares conocidos y desconocidos; si tropiezan con algo su explicación será que alguien ha cambiado ese objeto de sitio o que la habitación no tiene una buena iluminación, incluso podrían dar sin vacilación todos los detalles del rostro de una persona desconocida siendo, evidentemente, todos ellos incorrectos.

          iii. Alucinaciones olfativas:

Las personas que las experimentan dicen oler algo extraño, normalmente desagradable (p.ej: gas). Pueden atribuir su procedencia al exterior, lo cual pueden interpretar como una agresión; o a ellos mismos, creyendo que son ellos los que emiten dicho olor y que se extenderá por toda la casa o, incluso, la ciudad. Son poco frecuentes y cuando aparecen suelen ir acompañadas de alucinaciones gustativas, ya que ambos sentidos se activan ante el mismo tipo de situaciones.

          iv. Alucinaciones gustativas:

Se perciben sabores desagradables (p.ej: a podrido) que la persona puede atribuir a una fuente exterior o a su propio cuerpo, pensando que está podrido por dentro o que sus órganos internos se están descomponiendo. Aunque son poco frecuentes, son más típicas de la esquizofrenia (es habitual que se acompañe del delirio de ser envenenado), la depresión mayor (lo que come la persona tiene un sabor desagradable) y estados delirantes crónicos.

          v. Alucinaciones táctiles o hápticas:

La persona siente que es tocada, pellizcada, manoseada, etc. en cualquier parte del cuerpo; también puede sentir calambres debidos a corrientes eléctricas, sentir que se le está quemando alguna parte del cuerpo, etc. Pueden ser activas o pasivas. En las primeras el sujeto cree, por ejemplo, que ha tocado un objeto inexistente (insectos, hilos,…); son poco frecuentes y ocurren en el delirium tremens. En las segundas, la persona cree que alguien o algo le agarra, le toca, le quema, le sopla, le estrangula o le corta, viniendo estas sensaciones acompañadas o no de dolor.

Dentro de esta categoría se incluyen:
  • Alucinaciones térmicas: percepción alterada y extrema de frío o calor. 
  • Alucinaciones hídricas o percepción de fluidos: sentir que toda la sangre te está cayendo por las piernas.
  • Parestesias o sensaciones de hormigueo, que tienen un origen orgánico pero que el paciente explica de un modo delirante.
  • Formicación: sensación de que pequeños animales o insectos están debajo de nuestra piel.
          vi. Alucinaciones somáticas o viscerales:

Son alucinaciones sobre sensaciones procedentes del propio cuerpo que la persona experimenta como reales. La persona puede sentir desde que las venas se le salen o se le enrollan hasta afirmar que está petrificado, disecado, vacío o que por dentro es de oro, que su cuerpo o parte de él está cambiando de forma, etc.

         vii. Alucinaciones cinestésicas:

La persona tiene una vívida sensación de que sus músculos se contraen, sus brazos se levantan, sus piernas giran o se retuercen, su cuerpo tiembla, etc. sin que una persona externa pueda identificar el más leve movimiento. Se dan con mayor frecuencia en personas con trastornos neurológicos, por ejemplo en la enfermedad de Parkinson, y con la retirada de ansiolíticos.

Tras la amputación de un miembro puede aparecer la sensación del miembro fantasma: la persona percibe cambios, sensaciones, movimientos o paresias en el miembro inexistente. Las piernas y brazos fantasma a menudo tienden a acortarse o desaparecer con el tiempo, mientras que en el caso de las manos fantasma raramente desaparecen. Se observó que, cuando el brazo desaparecía, la mano fantasma parecía brotar del hombro. Ahora se sabe que esto es debido a que los dedos de las manos tienen una representación en el cerebro especialmente extensa (homúnculo cortical).

La persona percibe el miembro fantasma como una parte del propio cuerpo, pudiendo moverlo voluntariamente. De hecho, si la persona posee una prótesis adecuada, el miembro fantasma da vida a dicha prótesis y se adentra en ella como una mano en un guante. El resto de alucinaciones no aparecen en todas las personas que presentan, por ejemplo, pérdida de visión o audición, escapan al control de la persona y pueden pasar meses o años antes de que las alucinaciones aparezcan.

Henrik Ehrsson intenta entender cómo el cerebro decide donde terminan nuestros cuerpos y dónde empieza el resto del mundo. En este vídeo se explican dos experimentos llevados a cabo.

  

El aura de migraña hace referencia a los síntomas que se producen antes del resto de síntomas de la migraña (dolor de cabeza intenso, náuseas, sensibilidad a la luz y al sonido), y en ella también se pueden experimentar alucinaciones y distorsiones perceptivas en las diferentes modalidades sensoriales. Charles Lutwidge Dodgson, más conocido por su pseudónimo Lewis Carroll, sufría migrañas, y hay algunos autores que sugieren que dicha experiencia le inspiró para crear las alteraciones de forma y tamaño en su cuento Alicia en el País de las Maravillas. De este cuento también nace el síndrome de “Alicia en el País de las Maravillas”, el cual hace referencia a un cuadro clínico en el que aparecen episodios breves de distorsión en la percepción de la imagen corporal, el tamaño, la distancia, la forma o las relaciones espaciales de los objetos. Los niños son especialmente susceptibles a este síndrome cuando presentan fiebres altas; por ejemplo, no pueden dormir porque tienen la sensación de que la cama en la que se encuentran es enorme. En el aura de migraña también pueden darse alucinaciones y distorsiones auditivas, por ejemplo, los sonidos se amplifican o distorsionan, o se oyen voces o música. También se pueden aplicar estas experiencias al olfato; no es infrecuente alucinar con el olor de una tostada con mantequilla justo antes de una migraña.

Las alucinaciones experimentadas durante el aura de migraña suelen ser más elementales, mientras que en el aura de epilepsia, por ejemplo, no es infrecuente que se experimenten alucinaciones complejas como la autoscopia, descrita más adelante. En la epilepsia se pueden dar auras extáticas: ataques que producen sensación de plenitud máxima, que pueden percibirse como epifanías o revelaciones de una realidad más profunda y que pueden conmover a la persona que lo padece de tal forma, que incluso quiera inducirlos de manera voluntaria.

Un personaje histórico que se cree pudo haber padecido epilepsia del lóbulo temporal con auras extáticas es Juana de Arco (1412-1431). Cómo fue posible que la hija de un granjero que no había tenido la suerte de recibir una educación pudiera estar tan convencida de que tenía una misión y conseguir de esta forma que miles de personas la intentaran ayudar a expulsar a los ingleses de Francia. Las primeras hipótesis de inspiración divina han dado paso a otras explicaciones médicas, ya que se podía intuir que Juana experimentaba visiones y voces desde los 13 años como se da a entender en la transcripción de su juicio. Juana describió la primera aparición que tuvo, la cual la asustó en gran medida, siendo las siguientes las que la convencieron de que tenía una misión y la llenaban de dicha:

“Tenía 13 años cuando oí una voz de Dios que me ofrecía ayuda y guía. La primera vez que oí esa voz me asusté mucho; fue un mediodía de verano, en el jardín de mi padre. (…) Oí la Voz a mi derecha, en dirección a la iglesia; rara vez la oigo sin que vaya acompañada también de una luz. La luz procede del mismo lado que la Voz. Generalmente es una luz intensa. (…) Cuando la oí por tercera vez, reconocí que se trataba de la Voz de un Ángel. Esa voz siempre me ha protegido, y yo siempre la he comprendido; me ordenó que fuera buena y asistir a menudo a la iglesia; me dijo que era necesario que luchara por Francia (…) me lo decía dos o tres veces por semana: “debes luchar por Francia” (…) Me dijo: “ve, levanta el sitio de la ciudad de Orleans. ¡Ve!” (…) y yo contesté que no era más que una pobre niña que no sabía ni montar ni pelear. (…) No pasa un día que no oiga esta Voz; y la necesito muchísimo”.

Muchos de sus supuestos ataques, así como los testimonios de su lucidez y sensatez, fueron estudiados en un artículo de 1991 por las neurólogas Elizabeth Foote-Smith y Lydia Bayne.

Otro momento en el que las alucinaciones tomaron un papel importante en la historia fue en 1858, cuando Alfred Russel Wallace, que llevaba una década viajando por el mundo, recogiendo muestras de plantas y animales y considerando el problema de la evolución, concibió la idea de la selección natural durante un ataque de malaria, en el cual también parecía tener alucinaciones musicales (oía una música celestial) y táctiles (los dedos de la enfermera parecían de porcelana). Fue la carta que le escribió a Darwin postulando su teoría la que empujó a éste a publicar El origen de las especies al año siguiente.

Estas experiencias no aparecen sólo debido a un trastorno mental grave o una lesión neurológica, sino que puede ser muy corriente en el desarrollo normal de los niños. Todos conocemos a alguien, pudiendo incluirnos a nosotros mismos, que recuerde haber tenido amigos imaginarios cuando eran pequeños. Este producto de la fantasía o la imaginación es debido, según Piaget, a que los niños no son capaces de distinguir de manera constante y absoluta la fantasía de la realidad, el mundo exterior del interior, hasta más o menos los siete años. Es habitual que a esta edad aproximadamente los amigos imaginarios tiendan a desaparecer. En el otro extremo de la línea de la vida, Oliver Sacks afirma, tras su experiencia trabajando en residencias de ancianos, que hay un tipo especial de alucinación que suele acompañar a la muerte o al presentimiento de muerte; es frecuente que pacientes lúcidos y plenamente conscientes tengan alucinaciones cuando sienten la proximidad de la muerte.

          D. Variantes fenomenológicas de la experiencia alucinatoria:

          i. Pseudoalucinación:

Denominadas en un principio alucinaciones pálidas y más tarde alucinaciones aperceptivas, hacen referencia a una experiencia intermedia entre la imagen y la alucinación. Ocurren en el interior del sujeto (como las imágenes), tiene los mismos elementos sensoriales de las alucinaciones (claridad y viveza) y no dependen de la voluntad de la persona para ser experimentadas (como las alucinaciones). Son asociadas normalmente a estados hipnagógicos e hipnopómpicos, a la fatiga, el uso de drogas o la privación sensorial, es decir, a situaciones en las que la claridad de la consciencia o el estado de alerta disminuye. Lo que las diferencia de las alucinaciones es la convicción por parte de la persona de que lo que está percibiendo no es real. Hablaríamos en este sentido de la ausencia o presencia de insight o conciencia de enfermedad, el cual no depende de la verosimilitud del contenido de la alucinación, ya que puedes estar completamente convencido de que acabas de ver a Napoleón, por ejemplo, sino a la creencia de la persona de que lo que está viendo u oyendo es o no real. Cuanto más convencida esté la persona de que lo que percibe no es real, más adecuado será su insight. Cabe diferenciar entre pseudoalucinación y alucinosis: en la primera la persona no buscará ayuda porque considerará que lo que experimenta no es señal de presencia de ningún trastorno, mientras que en las alucinosis la persona considera que el síntoma que experimenta tiene relevancia clínica y, por tanto, pedirá ayuda.

          ii. Alucinación funcional:

Se dan cuando un estímulo externo desencadena la alucinación, siendo percibidos ambos al mismo tiempo y en la misma modalidad sensorial. Por ejemplo, cada vez que una persona escucha las campanadas de la iglesia, oye al mismo tiempo la voz de Dios; en cuanto las campanadas cesan, deja de oír esa voz.

          iii. Alucinación refleja:

En ellas, un estímulo perteneciente a un campo sensorial produce o activa la aparición de una alucinación en otra modalidad sensorial diferente. Por ejemplo, una persona que siente dolor cuando otra estornuda está convencida de que es el estornudo lo que le causa su dolor.

          iv. Alucinación negativa:

En una alucinación la persona percibe algo que no es real, mientras que en la alucinación negativa el sujeto no percibe algo que existe. A pesar de ello, la persona no se comporta en consonancia con su experiencia alucinatoria, como ocurre en las alucinaciones. Dado que el estímulo se registra y procesa hasta cierto punto antes de la alucinación negativa, la persona que “no ve” a otra, por ejemplo, no intenta caminar a través de ella sino que la esquiva.

          v. Fenómeno de la autoscopia (doppelgänger):

Consiste en verse a sí mismo como un doble reflejado en un espejo, a menudo con una consistencia gelatinosa y transparente, y sabiendo que la persona que se está observando es uno mismo. En la autoscopia negativa lo que ocurre es que la persona no se ve a sí misma cuando se refleja su imagen en un espejo. Una forma de alucinación de uno mismo más compleja sería la heautoscopia, término introducido en 1935 que hace referencia a la interacción entre la persona y su doble, en la cual el doble no refleja la postura y acciones de la persona, sino que es capaz de hacer lo que se le antoje dentro de unos límites. Esto puede producir perplejidad, miedo o terror, ya que la conciencia y sensación del yo puede pasar del yo original al doble, como si estuviera suplantando la identidad de la persona.

          vi. Alucinación extracampina:

Son alucinaciones que se experimentan fuera del campo visual. Se diferencia de la sensación de presencia en que esta última la persona, aunque tenga la sensación de que hay alguien presente, no puede oír ni ver nada. Una alucinación extracampina sería, por ejemplo, una persona que pudiese ver a alguien sentado detrás de él cuando está mirando al frente u oír voces en Madrid aun cuando se encuentra en Asturias.


2) Pseudopercepciones o imágenes anómalas

Según Mayor y Moñivas (1992) "es preciso distinguir entre las representaciones que tienen su fuente en estímulos o acontecimientos exteriores (perceptos) y las que, aunque muy similares a los anteriores, se originan sin la presencia de tales estímulos exteriores (imágenes). Desde esta perspectiva, las pseudopercepciones pueden concebirse como imágenes que, o bien se producen en ausencia de estímulos concretos para activarlas o desencadenarlas, o bien se mantienen y/o se activan a pesar de que el estímulo que los produjo ya no se encuentre activamente presente. Ambas características distinguen estos fenómenos de las ilusiones".

          A. Imágenes hipnagógicas e hipnopómpicas:

Son imágenes involuntarias o cuasialucinaciones que aparecen entre la vigilia y el sueño, es decir, en estados de seminconsciencia. El primer término hace referencia a las imágenes que aparecen justo antes del sueño, mientras que el segundo hace referencia a las imágenes que aparecen al despertar. Aunque su contenido puede carecer de significado, son vívidas, realistas y escapan al control del individuo. Por ejemplo, creer haber oído el despertador antes de que suene. La diferencia respecto a la alucinación es el estado de conciencia en el que se producen y que, por lo general, la persona que las experimenta es consciente de que no son reales.

La narcolepsia, término acuñado a finales de 1870 por Jean-Baptiste-Édouard Gélineau, un neurólogo francés, hace referencia a los ataques de sueño repentino que sufren algunas personas en los que se da una repentina pérdida de fuerza y tono muscular (cataplexia), por lo que la persona cae al suelo sin poder evitarlo al tiempo que permanece inconsciente. No fue hasta 1928, cuando un médico llamado Samuel Brock ofreció una visión más amplia de este fenómeno, al describir un caso en el que no sólo se presentaban los síntomas anteriormente descritos, sino también una parálisis tras dichos ataques de sueño. En este estado de parálisis del sueño, tal como se denominaría más tarde, la persona puede sufrir vívidas alucinaciones que no experimenta en ningún otro momento. Esto ha pasado a considerarse parte del síndrome narcoléptico. Un ejemplo de parálisis del sueño descrito en el libro Alucinaciones (Oliver Sacks, 2012): “me despierto boca abajo con la sensación de que el colchón está respirando. Soy incapaz de moverme, y el terror me invade mientras debajo de mí “veo” una piel gris como de mármol, con unos cuantos pelos negros. Estoy despatarrada a lomos de un elefante que camina (…)”.

Las alucinaciones que ocurren durante la parálisis del sueño son diferentes a las hipnagógicas e hipnopómpicas. En el primer caso, las alucinaciones son más vívidas, más complejas y aterradoras, por lo que es posible que tengan un gran impacto en quien las experimente. Pueden ser alucinaciones auditivas, visuales, táctiles o viscerales e ir acompañadas de una sensación de asfixia, presión en el pecho, la sensación de una presencia que causa terror e incluso alucinaciones en las que uno abandona el propio cuerpo y flota. Se asemeja en este sentido a una pesadilla, lo cual tiene mucho sentido si analizamos la palabra en inglés, nightmare: haciendo referencia night a noche y mare, originariamente, a una mujer demoníaca que asfixiaba a los que dormían tendiéndose sobre su pecho.

          B. Imágenes mnémicas:

Hace referencia a imágenes de nuestros recuerdos, experimentadas con poca nitidez y viveza, que pueden presentarse de un modo alterado, pudiendo la persona recombinarlas o variarlas en función de sus deseos. Si la persona no las mantiene voluntariamente, comenzarán a desvanecerse.

          C. Imágenes eidéticas:

Son una modalidad de las imágenes mnémicas, las cuales consisten en representaciones exactas de impresiones sensoriales que quedan fijadas en la mente; como si de una fotografía se tratase. No son vivenciadas como reales y son habituales en la infancia. Se pueden provocar voluntariamente o aparecer de modo involuntario en la mente de la persona.

          D. Imágenes consecutivas o postimágenes:

Se dan como consecuencia de un exceso de estimulación sensorial inmediatamente anterior a la imagen. Se la denomina “imagen negativa” porque sus características son opuestas a la imagen original. Por ejemplo, si la imagen original era de un intenso color claro, la postimagen será de un color oscuro. Tan sólo duran unos segundos, por lo que se diferencia de las imágenes eidéticas en que estas últimas sí pueden ser evocadas al cabo del tiempo.

          E. Imágenes parásitas:

Estas imágenes aparecen cuando el individuo no se fija en el estímulo y, por el contrario, desaparecen cuando se concentra en el mismo. Se producen a consecuencia de un estímulo concreto que ya no se halla presente cuando se produce la imagen y en estados de cansancio extremo.

          F. Imágenes alucinoides:

Se producen en el “espacio negro de los ojos cerrados” (fenómeno de Müller o imágenes de la fiebre) o en el espacio físico externo. Se dan sin que hayan estímulos concretos que las activen y su causa puede ser la intoxicación o el uso de drogas (fantasiopsia). La persona sabe que no son reales y es por ello por lo que se diferencian de las alucinaciones.

Las alucinaciones desempeñan un papel importante en la cultura y en la vida mental de las personas. Aunque la cultura occidental actual las considera una señal de alarma de que algo grave ocurre en el cerebro, hay muchas otras culturas que consideran esta experiencia como un estado de conciencia privilegiado y especial, al igual que los sueños; tanto es así que se busca deliberadamente a través de las drogas, la meditación, las prácticas espirituales o la soledad. Cabría preguntarse, entonces, hasta qué punto estas experiencias han dado forma a nuestro arte y folklore. Por ejemplo, ¿son las alucinaciones liliputienses las que dieron lugar a los elfos, duendes y hadas? Las alucinaciones son capaces de desconcertar, inspirar y aterrar a quien las experimente, y han influido en la creación del folklore, la literatura y los mitos. Tales creencias están concebidas para clarificar y tranquilizar, así como para asustar y advertir. Sea como fuere, hayamos o no vivido tales experiencias, está claro que no hay ninguna persona ni cultura que no se haya visto influenciada por su existencia.


Libros

-Título: “Macular Degeneration: The Complete Guide to Saving and Maximizing Your Sight”.
-Autoras: Lylas G. Mogk y Marja Mogk.
-Sinopsis: guía sobre la generación macular. Recomendado para personas que sufren el síndrome de Charles Bonnet.





-Título: “Lying Awake”.
-Autor: Mark Salzman.
-Sinopsis: la monja protagonista de esta historia experimenta visiones en las que entra en comunicación con Dios. Resulta que dichas experiencias están provocadas por un tumor en el lóbulo temporal y hay que extirparlo antes de que se agrande y fallezca. Pero, si se lo extirpan, ¿le arrancarán también su portal al cielo, impidiendo que vuelva a estar en comunicación con Dios?




-Título: “Season to taste: how I lost my sense of smell and found my way”.
-Autora: Molly Birnbaum.
-Sinopsis: libro autobiográfico en el que Molly nos cuenta que un accidente que sufrió no sólo destruyó su sentido del olfato, sino también su sueño de convertirse en chef. A lo largo de la historia acompañamos a la protagonista en su aventura de redescubrir el mundo.





Referencias

Aggernaes, A. (1972). The experienced reality of hallucinations and other psychological phenomena. Acta Psychiatrica Scandinava, 48, 220-238.


Al-Issa, I. (1977). Social and cultural aspects of hallucination. Psychological Bulletin, 84, 570-587.


Belloch, A., Ramos, F., & Sandín, B. (2008). Manual de psicopatología. McGraw-Hill


Bernal Vañó, E., & López Andrés, N. (2013). Un caso de síndrome de Alicia en el país de las maravillas en probable relación con el uso de montelukast. In Anales de Pediatría (Vol. 78, No. 2, pp. 127-128).


Cheyne, J. Allan (2003), «Sleep paralysis and the structure waking-nightmare hallucinations», Dreaming, 13 (3), pp. 163-179.


Foote-Smith, Elizabeth, y Lydia Bayne (1991), «Joan of Arc», Epilepsia, 32 (6), pp. 810-815.


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Comentarios

  1. Me flipa lo cómodo que es aprender leyendo tu blog.

    Y sé que no es precisamente poco trabajo escribir todo eso, así que en nombre de todas las personas que lo lean te doy las gracias Bel.

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    Respuestas
    1. Sobra decir que te lo comparto.

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    2. ¡Muchísimas gracias, Pablo! La verdad es que sí me ha llevado mucho trabajo, así que me alegra un montón que te haya gustado.

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