COCO + El concepto de muerte en la infancia
Slaughter, Jaakola & Carey (1999).
Reseña
Coco, estrenada en 2017 y ganadora de múltiples premios, entre ellos dos premios Óscar a mejor película animada y mejor canción original (“Recuérdame”), es una película que no deja indiferente a quien la ve.
Cuenta la historia de Miguel Rivera, un niño que sueña con convertirse en un músico famoso, como su ídolo Ernesto de la Cruz, quien alcanzó la fama gracias a su tema “Recuérdame”. El problema reside en que, para su familia, la música está prohibida desde que su tatarabuelo abandonó a su mujer, Mamá Imelda, y a su hija, Coco, por su carrera profesional como músico.
La trama se desarrolla en torno al Día de Muertos, fecha en la cual, de acuerdo con la tradición, se ha de visitar el cementerio y preparar un altar festivo en el que aparezcan las fotografías de los antepasados y diversas ofrendas, debido a que su existencia en el más allá depende de mantener su recuerdo presente.
Buscando seguir su pasión por la música, Miguel desafía a su familia en este día y decide presentarse a un concurso de canto. Esto le lleva a robar la guitarra que está en el mausoleo de Ernesto de la Cruz pero, en cuanto toca sus cuerdas, un hechizo lo traslada al mundo de los muertos junto a su fiel amigo Dante.
Esta película, que gira en torno a la vida después de la muerte, nos puede llevar a preguntarnos cuándo aparece el concepto de muerte en la infancia y qué diferencias existen entre las diversas culturas.
El concepto de muerte en la infancia
La muerte es un proceso vital inevitable, cuya concepción ha ido cambiando a lo largo del tiempo y, actualmente, al menos en gran parte de las sociedades occidentales, se ha convertido en un tema tabú debido al temor y al miedo de los adultos. Uno de los grandes saltos dado en la historia en relación a la muerte y su vivencia, se dio al institucionalizarse: se ha pasado de fallecer en casa a morir en los hospitales o en instituciones de cuidados paliativos. Esto ha llevado, como consecuencia, a invisibilizar la muerte.
Esta nueva forma de enfrentar la muerte ha dejado de lado a los niños. Mientras que anteriormente se les instaba a participar en los rituales funerarios, hoy en día se considera que no tienen las herramientas cognitivas ni emocionales necesarias para poder gestionar esta situación. Esto, sin embargo, no ocurre en otras culturas, en las que el hecho de morir se sigue considerando como un acontecimiento familiar y social en el que se implica toda la comunidad, formando parte de la vida cotidiana estos ritos funerarios. Por tanto, en función de la cultura y/o religión a la que pertenezca la persona, el trato al difunto es diferente, así como la concepción de la muerte. Puede verse favorecida, entonces, la creencia en el mundo espiritual y en la vida después de la muerte. Estas ideas pueden incluir, por ejemplo, que el fallecido siga sintiendo y pensando, que su alma existe en algún lugar diferente y que la persona es juzgada al fallecer y puede disfrutar del cielo o ser castigado en el infierno. La religiosidad es una de las variables que más habitualmente se han asociado en los estudios a la ansiedad ante la muerte; habiendo autores que afirman que tener creencias religiosas provee a las personas de cierto grado de control y previsibilidad que las protege de la ansiedad que surge ante la muerte y les genera alivio.
En la mayor parte de las sociedades occidentales, pensar en la muerte, en todo aquello que vamos a perder y en todo lo que vamos a sentir, nos angustia, y queremos, entonces, proteger a los menores de dicho sufrimiento. En el momento de hablar con ellos acerca de este tema y resolver todas sus preguntas pueden surgir muchas dudas sobre: “¿Cómo se lo cuento? ¿Entienden lo que es la muerte? ¿Es mejor que sepa o que no sepa? ¿Los niños están en duelo? ¿Lo vive igual un adolescente que un niño de diez años o uno de cinco años? ¿Deben vernos llorar? ¿Qué se puede hacer en el aula? ¿Cómo puedo prepararle? ¿Le traumatizaré?”. Aunque más adelante se dará respuesta a alguna de las siguientes preguntas, a continuación se muestra una tabla en la que aparecen algunos de los mitos en torno al duelo y los niños:
El tema de la muerte no es apenas tratado en el aula, centrándose el temario en el proceso de creación de la vida. El hecho de no aceptar la muerte como un proceso más de la vida puede llevar a un problema a la hora de gestionar las emociones; la persona se encuentra sin recursos y sin conocimientos acerca de qué hacer y cómo expresar lo que siente a raíz del fallecimiento de un ser querido. El contacto que pueden llegar a establecer los niños con la muerte se limita, por lo tanto, a los cuentos, las películas y los videojuegos, donde la muerte está siempre representada como una amenaza, un peligro, algo de lo que se puede huir o de lo que se puede resucitar.
Esto no quiere decir que debamos comunicarle la muerte de un ser querido al niño de la misma manera en la que lo haríamos a un adulto, debemos adaptarnos a su comprensión y etapa del desarrollo. Tampoco debemos esperar que la pérdida en la niñez se exprese de la misma manera a como ocurre en los adultos. Es importante tener en cuenta que la construcción del concepto de muerte y la elaboración del duelo dependerá de diversos factores: la maduración biológica y cognitiva, el entorno social, cultural, religioso, el modelo educativo, sus experiencias asociadas con la muerte, la relación que mantenía con el ser querido y el tipo de muerte (ya sea de personas cercanas o de animales de compañía).
Para entender cómo se va desarrollando el concepto de muerte en la infancia, en primer lugar, habría que entender que la muerte no constituye una noción en sí misma, sino que es un concepto complejo compuesto por subconceptos. Entender la noción de muerte supone comprender, simultáneamente, que existe una causa, que es universal, irreversible y que supone la cesación de las funciones corporales. Desde 1926 estos componentes han sido estudiados por Piaget, que analizó las concepciones de los niños sobre lo vivo y lo no vivo. Hay que tener en cuenta que las edades de adquisición son aproximadas y dependen de todos los factores previamente señalados.
Subconceptos
Irreversibilidad: reconocimiento de que la persona fallecida no puede volver a la vida. Aunque nos parezca evidente que la persona que ha fallecido no vuelve a vivir, la verdad es que en los dibujos animados y los videojuegos, el personaje que muere en un minuto, puede volver a vivir al siguiente. Esto es afín a la creencia de que la muerte es un estado temporal que puede durar poco tiempo o mucho, pero que la persona fallecida puede volver a vivir en cualquier momento.
Existe una causa: la muerte tiene una explicación biológica. Cuando los niños aún no han adquirido este subconcepto pueden asociar la muerte a un detalle, un estado o incluso pueden llegar a sentir que son los culpables de la misma, es decir, que sus pensamientos o su conducta ha causado el fallecimiento. Esto, indudablemente, dificulta la elaboración del duelo en el niño.
Universalidad: la muerte le ocurre a todos los seres vivos. El niño comienza a preguntarse a quién afecta la muerte, sobre todo cuando se produce su primera muerte cercana. Con frecuencia entienden que la muerte ocurre a voluntad y que hay cosas que podemos hacer para impedirla o que pueden influir en los acontecimientos.
Cesación de las funciones corporales: la muerte se caracteriza por el cese de las funciones vitales. Los niños entienden primero el cese de los procesos corporales antes de comprender que los sentimientos y pensamientos también cesan con la muerte. Por ejemplo, pueden reconocer que la persona que ha fallecido no se puede mover porque su cuerpo ha dejado de funcionar, pero a la vez creer que sueñan o que echan de menos a su familia.
Edades
Hasta los 2 años
Existe una total indiferencia e incomprensión por el tema. Sin embargo, sí puede aparecer algún tipo de reacción ante la percepción de ausencia, como la ansiedad de separación en el caso de que el fallecimiento haya sido de alguien habitualmente en contacto con él y que haya formado parte de su día a día, es decir, que se dé la permanencia del objeto.
La permanencia del objeto es el requisito más básico para que se pueda construir el concepto de muerte. Para ello, es fundamental que el niño pueda generar un recuerdo sobre el objeto y, por lo tanto, esperar un reencuentro. Esto quiere decir que puede haber una percepción de la ausencia, aunque la comprensión de la muerte no se dé aún.
Entre estas edades se aprecia una evolución exponencial de la memoria, el lenguaje y la autonomía; además, ya no sólo percibe la ausencia, sino que aparece el temor a que el objeto no regrese. Más allá de la discrepancia que pueda existir acerca de si los niños más pequeños pueden o no comprender la muerte, lo que sí se puede afirmar es que la perciben; perciben los sentimientos y emociones de las personas de su entorno.
2-5 años
La muerte adopta un significado de interrupción y desaparición, pero siempre entendido como algo provisional y reversible; equiparan la muerte a un sueño o a un viaje. Pueden creer que la muerte ha sido causada por sus propios pensamientos o comportamientos y proporcionar explicaciones mágicas. Es una edad en la que prima la fantasía, por lo que piensan que la persona fallecida puede comer, sentir frío o calor, oír y mirarnos desde donde se encuentra.
Además, esta es la época conocida como la de los “¿por qué?”, en la cual su curiosidad parece no tiene fin y pueden someter al adulto a un interrogatorio acerca de la muerte:
- Preguntas concretas acerca de cómo son las cosas en el lugar donde está la persona que ha fallecido: “¿Qué va a comer?, ¿Tiene frío? ¿Va a traerme mi regalo de cumpleaños?”.
- Preguntas sobre su cuidado y bienestar: “¿Quién me va a hacer la comida?, ¿Quién me va a llevar al colegio?”.
- Preocupación sobre si la muerte puede afectar a las personas que les rodean: “¿A qué edad se muere uno? ¿Te vas a morir?”.
6-9 años
Entre los 5-6 años de edad el concepto de muerte es ambiguo y depende en gran medida de la información proporcionada en el hogar. Puede aparecer la explicación religiosa y dicotómica cuerpo-alma: cuando nos morimos el alma sube al cielo y el cuerpo se queda en la tierra. Además puede entender, debido a esta influencia religiosa, la muerte como recompensa o castigo, es decir, ir al cielo o al infierno en función de su comportamiento.
Entre estas edades comienza a entenderse progresivamente la muerte como un suceso natural, definitivo e irreversible al que se asocian una serie de símbolos (cementerio, esqueleto, tumba, etc.). Se pierde ese entendimiento de la muerte como un castigo.
Subconceptos: hay cambios notables en el entendimiento de conceptos abstractos, por lo que comprenden la irreversibilidad de la muerte y el cese de las funciones vitales, pero les faltan los conceptos de causa y de universalidad. Saben que todos los seres vivos mueren, pero creen que esta muerte es selectiva y que sólo afecta a las personas muy mayores o muy enfermas. Hay que tener en cuenta que las creencias religiosas que acentúan la idea de continuidad no-corpórea o la posibilidad de una vida futura, pueden influir en la adquisición del subconcepto de irreversibilidad.
Las preguntas que pueden realizar los niños entre estas edades giran en torno a:
- Preguntas para saciar su curiosidad sobre lo que le ocurre al cuerpo cuando uno muere: “¿Crecen las uñas?, ¿Qué le pasa al cuerpo cuando lo entierran?, ¿Cómo haces pis si te entran ganas?”.
- Preguntas acerca de su responsabilidad: “¿Si hago esto se va a enfadar?, ¿Me va a reñir por las notas?, ¿Se habrá puesto triste por haber roto esto?”.
- Preguntas acerca de conceptos abstractos que no entienden: “¿Va a bajar del cielo?, ¿Cómo es el cielo?, ¿Allí hay televisión?, ¿A dónde van las personas cuando se mueren?”.
9-11 años
Lo esperable es que en torno a esta edad se adquiera la concepción adulta de la muerte como suceso final, irreversible y universal. El niño comprende el proceso biológico que supone, por lo que adopta una explicación más médica en relación a la muerte (“no respira”, “no funciona el corazón”), aunque pueden mantenerse las explicaciones religiosas y eso no tiene por qué suponer una tensión entre ambas explicaciones. Hay estudios que afirman que los niños de 10-12 años dieron explicaciones más religiosas y espirituales, en detrimento de las explicaciones biológicas, que los niños más pequeños y los adultos. Esto sugiere que sólo cuando el niño comprende la irreversibilidad de la muerte comienza a contemplar la posibilidad de que hay vida después de la muerte.
Subconceptos: se adquiere el concepto de universalidad, por el que el niño comprende que la muerte es algo que ocurre a todo ser vivo por lo que se puede hacer más patente el temor a morir él mismo o sus seres queridos. El último subconcepto en adquirirse es la causa; es el más complejo de todos porque implica que el niño comprenda que existe una causa que produce un fallo en el funcionamiento de los procesos vitales lo cual lleva a la muerte del organismo.
Las preguntas que se realizan en estas edades son:
- Preguntas empáticas: “¿Estás triste?, ¿Cuándo va a dejar de estar preocupada mamá?, ¿Va a venir el abuelo a comer a casa como hacía antes?”.
- Preguntas sobre la realidad que van a encontrar: “¿Vamos a ser pobres? ¿Quién nos llevará a clase todos los días? ¿Iremos al mismo colegio?”.
Literatura
Los cuentos resultan convincentes para los
niños y una buena herramienta para trabajar con ellos conceptos porque
se adaptan a la manera que tienen de ver y experimentar el mundo. Para
ello es importante que el lenguaje que adopten sea adecuado a la etapa
evolutiva del niño y a sus características individuales. Nos permiten
acercarnos al niño para tratar de explicarles conceptos o situaciones
que les rodean y qué pueden hacer para poner solución al malestar o
mitigar el mismo.
Esto no significa que leyendo el libro el
niño vaya a comprender el mensaje que éste trata de transmitir. Los
cuentos han de ser trabajados por el adulto junto al menor para sacar el
mayor provecho del mismo y para asegurarnos que comprende lo que
tratamos de transmitirle.
Libros y cuentos
-Título: “Para siempre”
-Autor: Durant, A. y Gliori, D.
-Edad recomendada: educación infantil.
-Sinopsis: un grupo de amigos formado por una nutria, un topo y una liebre han perdido a su amigo y compañero el zorro. El libro recorre las emociones de los animales y sus recuerdos vividos con el zorro, que les hacen atravesar distintos estados hasta elaborar un recuerdo-homenaje feliz de su gran amigo.
-Autor: Erlbruch, W.
-Edad recomendada: útil para primaria, cuando surgen las primeras preguntas sobre la muerte.
-Sinopsis: un gran libro donde se narra el encuentro de la vida y la muerte a través de un pato que se encuentra con la Muerte, quien ha estado a su lado desde siempre. El libro narra el viaje de ambos hasta el desenlace final, en el pato muere tras haber hecho muchas cosas.
-Título: “Nana vieja”.
-Autor: Margaret Wild y Ron Brooks
-Edad recomendada: educación Primaria (6-8 años)
-Sinopsis: este cuento, protagonizado por dos cerditas, narra la historia de Nana
Vieja, quien un día se levanta muy enferma y decide comenzar a
despedirse de todo cuanto le rodea junto a su nieta. Este cuento nos
ayuda a trabajar las despedidas y el valor de las cosas diarias.
Referencias
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Post genial sobre cómo afrontar estas situaciones cuando hay pequeños de por medio, también para entender porque reaccionamos de cierta forma cuando ya somos adultos.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado.
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